02 diciembre 2010

CRISIS GLOBAL...

Cuba pide a los espectadores de béisbol que devuelvan las pelotas

La consigna del ahorro a toda costa llega al béisbol cubano: que nadie se lleve a su casa una pelota capturada al vuelo en las gradas

La política de austeridad en Cuba no tiene límites. No sobran ni pelotas, según advirtió un comentarista deportivo al inaugurarse la temporada de béisbol. El periodista, siguiendo indicaciones del Gobierno, hizo un dramático llamamiento a los aficionados para que devuelvan las bolas que los bateadores consiguen lanzar hasta las gradas: unas veinte en cada uno de los 740 encuentros de la liga nacional, según sus cálculos.

"¿Saben cuánto le cuesta cada pelota al país?", preguntó el comentarista. "¡7,2 dólares!", respondió. "Una simple multiplicación –siguió– nos da que las pelotas que no vuelven suman casi 110.000 dólares. Así que meditemos sobre estas cifras y que se devuelvan todas las pelotas en los estadios. Es un deber de todo ciudadano amante del béisbol".

Pero el béisbol no es una broma en Cuba. Y la devolución de una pelota capturada al vuelo en disputa con otros espectadores representa un sacrificio: uno más entre los que Raúl Castro y su gobierno están pidiendo a la población para afrontar la crisis.

En espera de conocer la respuesta del personal a la hora de la verdad, de momento las opiniones de los adictos son muy diversas. "¿Devolver las bolas, con lo caras que son? Negativo, amigo". O "ni lo sueñe", dijeron quienes hablaron bajo la certeza del anonimato. Más cautelosos se mostraron los consultados ayer en la esquina caliente, de Parque Central, el rincón donde los fanáticos discuten a voz en cuello los pormenores de cada partido. "Siempre habrá algún indisciplinado, pero claro que se devolverán", aseguró Leonel Pérez, de Granma. "Seguro", confirmó Juanito Contreras, de Guantánamo; "En las provincias orientales lo hacemos siempre, y antes se hacía en todo el país". Es cierto, según verificaron varios especialistas.

La Historia del béisbol es un espejo de la de Cuba en tiempos recientes, incluido en lo relativo a la actitud de los seguidores. Hay distintas versiones de cuándo y por qué los aficionados abandonaron su sentido del socialismo pelotero y empezaron a quedarse con las bolas: que si fue a raíz de un encuentro con la selección venezolana en que la afición rival se llevó a casa unas cuantas; que si todo empezó cuando se decidió cobrar la entrada (1 peso cubano, unos 3 céntimos de euro); que si las pelotas de importación utilizadas en los partidos eran mucho mejores que las de fabricación nacional, las cuales se abombaban y saltaban en pedazos a los pocos golpes de bate…

El béisbol sigue reinando en la mayor de las Antillas. Pero ahora compite a muerte con otro deporte. "¿Qué le pareció el partido del lunes", me preguntan en la esquina caliente. "Disculpe, no sigo el béisbol?", respondo. "¡Pero qué dice! Le hablo del Barça-Madrid, me corrigen. "¡Qué cosa más grande!". No hay que aguzar mucho el oído para comprender lo que está pasando en la cotidiana trifulca del Parque Central de La Habana. Allí no se debate ya sólo de béisbol. El fútbol gana terreno día a día. Cuba está cambiando; también sus aficiones.

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