21 enero 2011

GENTE CORRIENTE...

Una fría mañana de Enero, un hombre vestido informalmente, con su gorra de béisbol, se dispone a tocar el violín en el metro de Washington.
Son casi las 8 de la mañana, plena hora punta, y el vaivén de gente es incesable.

El violinista permanece durante 45 minutos interpretando sus melodías.
Al cabo de ese tiempo, recoge sus cosas y se va, nunca mejor dicho, con la música a otra parte.
Durante esos 45 minutos, un total de 1097 personas pasaron por delante del violinista. De estas 1097 personas, tan sólo 7 se pararon a escucharlo, aunque la mayoría de ellas, tras un vistazo al reloj, acabaron marchando a toda prisa.

Pero aquel músico callejero no era un músico común.
Era Joshua Bell, considerado uno de los mejores violinistas del mundo. En su repertorio, interpretó una melodía de Bach que podría calificarse como una de las piezas más complejas jamás escritas. El violín que había utilizado, era un Stradivarius valorado en 3,5 millones de dólares.
Aquellas 1097 personas que pasaron por delante del violinista, habían escuchado una melodía extraordinaria, una música celestial, una obra de arte para los sentidos... pero tan sólo 7 personas se habían detenido a escuchar y apenas habían permanecido un minuto.

A partir de ahí, el experimento lanza varias preguntas:
¿Percibimos la belleza si ésta se encuentra en un sitio común?
¿Somos capaces de reconocer el talento en un contexto inesperado?
Si estamos en un lugar y en un momento poco motivador, ¿podemos saber apreciar algo fabuloso?
Y la pregunta más dolorosa:
¿Cuantas cosas bellas nos hemos perdido a lo largo de nuestra la vida por seguir una rutina diaria y no dar importancia a cosas que hemos prejuzgado "corrientes"?



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